Indigestión

Durán durán durán... durará durán? No... no? No, no, no... anything for you... (sonrisa)... durán se fue con Julieta esa tarde lo recuerdas? Te conté que yo llevaba margaritas en las piernas, había pegado todos los pétalos con colbón, y lloré toda la noche despegándolos mientras me bañaba, esa fue la noche que tomé las pastillas imaginando que ese ser que cargaba en mi espalda moriría, como un aborto en ausencia de la victima, si, si, claro. Durán no duró, murió al instante, segunda pastilla y pufff, voló el corazón, entonces nada de culpa los primeros cinco minutos. A la décima pastilla se quebraron las piernas y durán ya no podría escapar de nuevo con la sonrisa de la victoria estampada en el rostro, décimo segunda pastilla, no había rastro de la columna vertebral, ni su cuerpo ligeramente doblado encima de mí, como si duran jamás hubiera entrado a mi cuerpo para instalarse. Su cabeza no tenía que desaparecer, duran solo era los ojos, porque efectivamente nada de ese recinto blindado había que abortar

El medico diagnosticó indigestión de margaritas y las prohibió de por vida, dijo que había suplementos, las rosas podrían ser adictivas, los cartuchos provocar irritación y las azucenas algo de mareo, pero que si las usaba de manera moderada podría llevar una vida normal.



Por eso busco a margarita, tendrías que ver su habitación llena de mariposas, cuando voy violeta se posa sobre mi y no me deja escapar en 24 horas, jornadas agotadoras de la dulce margarita que me obligan a guardar reposo por lo menos dos semanas. Pero margarita muere sin necesidad y con facilidad, nace de nuevo por las mañanas con una amnesia agotadora que me cega de furia y me obliga a robar algunas de sus mariposas y disecarlas en casa, entonces vuelve con los ojos tristes y con el cuerpo dócil, vuelve y me ruega por lo menos el cadáver de sus colores, vuelve injuriando, lamentándose, odiándose, odiándome y me encierra en ese circulo medio vil y pueril de la humanidad en general. Boooo! Susto para margarita que no sabe ser margarita. Margarita no lleva sus pétalos en la piel, ni sabe el color amarillo, no juega a arrancarse pedacillos de alma preguntando si la quieren o no, por eso me esfuerzo, me concentro en hacerla retorcer de dolor, por lo mismo la culpo, la acecho, la abandono y la confundo, la dejo desmantelada en medio de la calle con su sonrisita estúpida de placer inocente y de amor eterno. Ya ves, margarita cree que el amor es una “promesa de felicidad” que se perpetuará en la eternidad y por eso no comprende que si la contemplo un segundo, desde el balcón de las azucenas, es como si la llevara impresa en la infinitud de mi piel.